domingo, 11 de junio de 2023

ELOGIO DE LO EXTREMO





    Ante la inminencia de las elecciones en julio, Pedro Sánchez repitió varias veces la expresión “derecha extrema y extrema derecha” como si fuera el pistoletazo de salida y leitmotiv a repetir en la campaña. Y lleva toda la razón este gran político, porque esta campaña va de extremos, no de centralidad. Quizás los asesores y expertos en comunicación le han dicho que es más efectivo lo extremo que el “mainstream” de lo moderado, que es aburrido y convencional. En la actual sociedad de la comunicación, donde la guerra cognitiva se da en los cerebros (guerra neocortical), mola más y llega antes al sistema límbico y amígdala una idea extrema y simple. Cuanto más simple, mejor. Y si despierta emoción, mejor aún. ¿Y qué suscita más emoción?, ¿lo extremo (alternativo) o lo central (convencional)? Pues lo extremo, claro, que lo convencional es más aburrido que la misa de 12 del domingo. Así que el binomio “ideas simples-emociones fuertes” se transforma en “ideas extremas-emociones extremas”.

    El siguiente paso es buscar y poner sobre la mesa temas extremos. Esto varía según el punto de vista del político y su asesor de comunicación. Para Pedro Sánchez lo extremo es esa derecha extrema que pacta con la extrema derecha de Vox: sería de tontos llamarla derecha moderada. De forma recíproca, para Feijóo lo extremo sería esa “izquierda extrema” que tiene como socios a Podemos, Bildu y ERC. Con lo cual, las votaciones se van a decantar por los extremos: ¿qué es más extremo?, ¿los nostálgicos fascistillas de Vox?, ¿los radicales de Podemos que quieren demoler las “estructuras franquistas del régimen del 78”?, ¿Bildu, que quiere cancelar España?, ¿ERC, que dice “lo volveremos a hacer porque España nos oprime”? Quizás los políticos están hartos de la equidistancia de tibios, flojos y cobardes conciliadores de extremo centro. O de extremo posfranquismo.

    Conste que estamos hablando de los extremos del espectro ideológico sistémico, porque si hablamos de los de fuera del sistema y antisistema, estos más que extremos serían extramuros. Aquí estarían incluidos los anticapitalistas, anarquistas rocosos, comunistas puristas, la CUP y algún votante de Bildu antisistema, porque para ellos lo extremo es el capitalismo extremo, el (neo)liberalismo extremo y la España extrema. Parafraseando a Sartre, “los extremos son los otros”, porque todos consideramos que nuestro punto de vista es el centrado, el fetén, el adecuado.

    Lo extremo suele ser aquello contra lo que vota, porque España es un país donde se vota más “en contra de” que “a favor de”. Ese ir a la contra, hizo que en una campaña electoral el eslogan de un partido fuera “Donde más les duele. Vota HB”. También es un país donde se vota por miedo, que es un arma formidable. Esto lo saben los políticos y asesores de comunicación, que en sus “brainstorming, think-tanks” y mandangas de cuento y manipulación se preguntan: ¿a qué tienen los votantes más miedo?, ¿a la pobreza, al desempleo, a la desaparición de España como entidad histórica, a la agenda 2030, a la emigración, a la pérdida de la identidad cultural, a los cambios sociales o a qué? Dicho de otra forma, ¿la gente siente más miedo por las cosas del comer o por la cosa ideológica?, ¿somos pancistas o quijotescos?, ¿más teóricos ideologizados o más pragmáticos despolitizados?

    Lo extremo no es necesariamente malo. Así, la literatura de lo extremo e hiperbólico nos ha dado el culteranismo de Góngora. O escritores de vida hiperbólica y extrema, como Yukio Mishima, que después de trabajar su cuerpo de forma exagerada, terminó con su vida de forma extrema y ritual. O Ernest Hemingway, cuyo alcoholismo extremo fue una muerte a cámara lenta hasta su suicidio final. O Bukowski, otro escritor alcoholizado de lenguaje extremo y agresivo que decía “si vas a intentarlo, ve hasta el final”. Y llegó al final, vaya que sí. O la historia de la música moderna, que es una historia extrema de drogas, sexo y R&R: vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver para entrar en el selecto y extremo club de los 27.

    Lo extremo es parte de la vida. La historia del ser humano es una sucesión de guerras extremas y de luchas de poder extremo. Los protagonistas de la historia suelen ser personajes extremos y es difícil imaginar a Julio César, Lenin, Che Guevara, Hitler, Stalin, Reagan, Thatcher, etc. como personas moderadas y templadas. La ciencia avanza por los extremos del conocimiento al poner en tela de juicio las ideas centrales y tradicionales, muchas veces erróneas. La filosofía también avanza por los extremos al crear nuevos conceptos en el límite. Por eso en filosofía hay de todo, apología de lo moderado y de lo extremo. Aristóteles nos decía que en el punto medio está la virtud y que los extremos no son buenos, pero no sé yo si eso podría resultar aburrido para Nietzsche, autor de espíritu trágico que hablaba de ideas extremas, pulsiones, instintos, vitalismo extremo, etc. O los románticos, que elevaban los sentimientos y la emoción extrema a categoría. En Matemáticas existe el “número complejo hiperbólico”, hipérbolas y función hiperbólica. Por no hablar de la actual sociedad de consumo, en cuyos realities extremos se ven hombres hipermusculados y mujeres hipersexualizadas, lejos ambos de la normalidad y equilibrio. Claro que ante estos extremos podemos hacernos hípsteres de diseño que se van a la sierra a hacer un retiro de fin de semana en plan budismo zen prêt-à-porter o yoga para alcanzar la paz extrema. Y si no nos gusta tanta paz, podemos hacer deportes extremos para liberar adrenalina a tope: pocas cosas más extremas que jugarnos la vida.

    El mundo es dual y se mueve entre extremos: por eso buscamos un centro de gravedad permanente, como decía Battiato. Aunque podemos dejarnos de centros y gaitas y "caminar por el lado salvaje", que diría Lou Reed y así terminar siendo “héroes por un día”, como decía David Bowie. Porque en esta sociedad infantilizada y llena de frikis, lo extremo mola. Por eso España es extrema, la vida es extrema y el blog es extremo. De hecho, nuestra mera existencia es producto de una estadística extrema, porque entre millones de espermatozoides triunfó solo uno: el que nos dio la vida. Y eso sí que es extremo. Mucho más extremo que las broncas en este Blog cuyo lema es “siempre en el umbral de la otra zona”. ¿Y qué es el umbral sino el límite y el extremo?

                                                      Un Tipo Razonable