HOY PRESENTAMOS: UNA NUEVA ESPERANZA
Lanzamos aujourd'hui a un éter dominado por las ondas hertzianas, la primera entrega de una serie que, bajo el título de ‘La loca historia del Blog Coral’, alimenta la sana esperanza de analizar, con audacia y desesperación, los pros y los contras de un blog que ha hecho historia en el ciberespacio y que será recordado por extraños, pero también por propios.
Antes de nada desvelemos el secreto que encierra su URL: ‘arturoycompania.blogspot.com’. ¿Quién es ese misterioso ‘arturo’ que figura en la dirección de acceso? ¿Arturo Gordon Pym? ¿El rey Arturo? ¿Arturo Ripstein? No, en realidad corresponde a la persona de Arturo González, un gacetillero español nacido en el siglo XIX que ejerció su magisterio a lo largo y ancho de los siglos XX y XXI. Su apariencia física era descacharrante y se caracterizaba por su rostro enjuto y malcarado y su larga y nívea melena que le daba un aire al personaje del ‘Doc’ de ‘Regreso al futuro’. Es evidente que su inclusión en la URL es un sentido homenaje al que fue capitoste del blog alojado en el diario Público ‘Puntadas sin hilo’, y del que el Coral puede considerarse una excrecencia.
Es imposible entender la génesis del blog Coral sin retroceder en el tiempo hasta ‘Puntadas’ y examinar las razones que impelieron a un grupo de aguerridos aventureros a abandonar un barco zozobrante para introducirse a trompicones en una frágil chalupa con el loable fin de iniciar una nueva travesía en medio de un mar proceloso y traicionero.
Pericles, al evocar la grandeza de Atenas, apelaba al juicio de la posteridad. Yo, como historiador amateur que soy, no ignoro que estoy asumiendo una portentosa y hercúlea empresa al osar alumbrar una filosofía de la historia del blog, heredera sin duda de la primera filosofía de la historia en el pensamiento hegeliano. Como no puede ser de otra manera, mi relato se nutrirá necesariamente de las opiniones, recuerdos, anécdotas y chascarrillos de los otros actores que han intervenido en el blog Coral.
Sin embargo, mi criterio historiográfico no va a basarse únicamente en bibliografía diversa ni en testimonios personales ni en habladurías sediciosas; también beberá en la fuente de la Verdad. ¿En qué verdad? En la que describió el filósofo ocasional y amante del amor Sorendo Kierkegaard y que, a diferencia de la que se conoce como verdad objetiva, es una predisposición a creer en algo de forma personal. Es, me atrevo a inferir, la única verdad verdadera, la que no deja lugar a la duda ni a la incertidumbre.
Porque verdades hay muchas, pero la mayoría son mentiras. Pongamos un caso sangrante, casi obsceno por lo ignominioso. Todo el mundo da por hecho que el Hombre ha conquistado la Luna. Se nos ha contado que en el año 1969, unos perdularios astronautas norteamericanos en número de tres (los comunísticos, para significarse, siempre han llamado a los viajeros del espacio cosmonautas), alunizaron gracias al auxilio de un avanzado ingenio autopropulsado que había surcado el espacio desde la Tierra. Esta teoría se ha hecho fuerte con el paso de los años y cada vez son más las personas -incluso las que han terminado el bachillerato con notas tirando a buenas- que creen que el Hombre llegó realmente a pisar el suelo lunar.
Nada más lejos de la realidad. Pensemos con la cabeza. La Luna se encuentra a unos 400 000 kilómetros de la Tierra, una colosal distancia que la mente humana no es capaz ni de imaginar. Es como si colocáramos treinta Tierras en fila hasta la Luna. Increíble, ¿verdad? Si ya viajar en el trayecto del AVE Barcelona-Madrid, (por poner un ejemplo que entiendan hasta los podemitas), se nos antoja una aventura casi juliovernesca, qué decir de una distancia seiscientas veinte veces mayor. Porque tamaño desplazamiento implicaría una duración temporal de semanas o meses, y eso sin contar con otra penalidad: el billete costaría una auténtica barbaridad, incluso aplicando el descuento de ida y vuelta.
Pero hay otro elemento más determinante que la distancia: los cinturones de Van Allen. Estos cinturones de forma toroidal son como una especie de imanes extrapotentes cargados de antiprotones y rodeados por los así llamados vulgarmente ‘solenoides funiculares’ (porque suben y bajan por las distintas capas de la magnetosfera, que es donde residen habitualmente). Los cinturones son dos, situados a diferente altura, pero ambos muy perjudiciales y dañinos para los aparatos electrónicos y los seres humanos, ya que emiten una espeluznante radiación de varios miles de rem que si te acercas, aunque sea solo un poco, te deja frito al instante.
Es humanamente imposible que nada atraviese esos cinturones a menos que anhele su inmediata destrucción. En los inicios de la carrera espacial, tanto norteamericanos como soviéticos lanzaron al espacio perros (como la famosa y tan llorada Laika), monos y hasta cabras y burros para observar los efectos de los cinturones citados en seres vivos, y ninguna de estas pobres bestias regresó con vida a la Tierra (de hecho, ni siquiera regresaron muertas).
Visto lo visto, ¿cuál es la realidad de los viajes a la Luna? Pues una muy sencilla: todo es una gran mentira. El presidente Kennedy prometió a principios de los años sesenta que su país conquistaría la Luna antes de que acabase la década, pero lo hizo únicamente por razones electorales y para hacerse el interesante ante Marilyn Monroe, con quien se dice que tuvo un affaire (algo imposible de creer porque Kennedy estaba casado). Sin embargo, una vez muerto el perro en 1963, la imparable carrera armamentística entre el comunismo y la democracia convenció a los gerifaltes americanos de la necesidad de dar un golpe de efecto ante los soviets. Sabían que ir a la Luna era imposible, pero por suerte para ellos un año antes, en 1968, se estrenó una espectacular película de marcianos, ‘2001: Una Odisea del espacio’, con un argumento absurdo y aburrido que nadie entendió, pero que sirvió a los estrategas del Pentágono para proponer en secreto a su director, Kubrick, la idea tan genial y maquiavélica que se les había ocurrido: escenificar en un estudio jolivudiense el prometido viaje a la Luna. El megalómano Kubrick enseguida comenzó a babear ante tan fenomenal proyecto, y más cuando le dijeron que podía utilizar el objetivo que la NASA había encargado años antes a la empresa alemana Carl Zeiss, el famoso 50mm f/0,7, diseñado para realizar tomas en el lado oscuro de la Luna y que aún a día de hoy sigue siendo el más luminoso que se ha fabricado nunca. Ese mismo objetivo lo utilizó más tarde Kubrick para rodar en otro bodrio de su factura, ‘Barry Lyndon’, las escenas a la luz de las velas sin necesidad de ningún otro medio de iluminación.
Kubrick era inteligente y muy taimado, qué duda cabe, y por eso introdujo en la película lunar el principio de incertidumbre; esto es, el rodaje seguía un estudiado guion para dar una sensación de verosimilitud, pero a la vez dejaba caer ciertas incoherencias espacio-temporales para desperfeccionarla. Él no ignoraba que nadie creería lo imposible, pero si a lo imposible le sumaba lo improbable, el camino hacia el éxito mediático estaba asegurado. Por eso la presencia de la bandera que da la impresión de que se está moviendo, las sombras inverosímiles de los astronautas, la ausencia de estrellas en el cielo… Estos ‘fallos’ no eran en realidad tales sino una sutil estrategia para desconcertar a los escépticos y sembrar la duda en los crédulos. Y la estrategia le dio muy buen resultado: hoy en día, gran parte de la población mundial cree que el Hombre ha ido a la Luna, y solo unos pocos pensamos que todo ha sido un burdo montaje, una añagaza de oscuras intenciones.
Y es que para analizar en profundidad el mundo que nos rodea y las cosas todas, nada mejor que convertirse en un escéptico, que es lo que soy yo. Voy a poner un ejemplo de lo que significa ‘pensar en escéptico’. Se trata de una historia muy conocida entre los que nos movemos en los círculos escépticos y dice lo siguiente:
Cuatro hombres visitan Australia por vez primera. Mientras viajan en tren, observan el perfil de una oveja negra que está paciendo. El primer hombre afirma que las ovejas australianas son negras. El segundo asegura que todo lo que puede deducirse es que ciertas ovejas australianas son negras. El tercero objeta que la única conclusión posible es que, en Australia, al menos una oveja es negra. El cuarto hombre, un escéptico, concluye: existe en Australia al menos una oveja, uno de cuyos lados, por lo menos, es negro.
Este bisturí escéptico me ha permitido desmontar la gran mentira de los viajes a la Luna, pero también otra no menos inquietante, la que afirma que la Tierra es plana. Por aquí sí que no paso. Es verdad que la mayoría de la población creía en fechas recientes (siglo XIX y bien entrado el XX) que la Tierra era plana, al carecer la Humanidad de los medios técnicos y científicos para probar que no era así. Pero esto cambió a mitad del siglo XX, con el lanzamiento de los sputniks en órbita baja (para evitar los cinturones de Van Allen). Es a partir de este momento cuando se ha podido demostrar sin ningún género de dudas que la Tierra es redonda por la valiosa información suministrada por tomas fotográficas y precisas mediciones gracias al concurso de los rayos infrarrojos y ultravioletas. Pero a un escéptico siempre le queda una sombra de duda: cierto, la Tierra es redonda, pero quizá no tan redonda como nos quieren hacer creer.
Al principio -según me enteré con el tiempo-, apenas entraba nadie en ‘Puntadas sin hilo’, pero pronto se formó un desnutrido grupo de parroquianos de todas las tendencias políticas. El primer comentarista del blog, según lo reveló él mismo en una ocasión, fue el que utilizaba el nick de Arlekín, quien se hizo muy popular y querido por casi todos.
El Arturo, además de su melena, tenía muy mala leche y no era inusual que reprendiera a algún participante, que borrara comentarios que él consideraba inapropiados u ofensivos o que en más de una ocasión invitara a un participante a que abandonara el blog. Según confesaba, su corazón pertenecía a Izquierda Unida, pero no era difícil imaginar que su estómago era pesoísta, y pesoístas eran los comentaristas que más apreciaba sin el menor disimulo. También era un gran defensor del Rey Juan Carlos I, y no toleraba de ninguna manera insultos ni menosprecios a su regia figura. Y aunque después de que se conocieran los escándalos protagonizados por Su Majestad, se mostró un poco más flexible con los criticadores, siguió defendiendo la institución monárquica a capa y espada.
Bien, en ese blog compartían espacio anarquistas, comunistas, socialdemócratas, pesoístas, socialistas, conservadores, liberales… Todo el espectro político estaba dibujado, a veces con suaves pinceladas y otras a brochazos. Las fuerzas de, digamos, izquierda, se encontraban relativamente unidas, ya que tenían enfrente a dos claros enemigos: el PSOE y el PP, a quienes consideraban iguales. Pesoístas y conservadores no se prodigaban mucho: era un blog de presencia mayoritaria comunista y anarquista. La convivencia era más o menos tranquila, salvo unos cientos de casos aislados.
Hasta que un día todo cambió. Una nueva formación política, que había irrumpido en escena tiempo atrás, se convirtió de repente en la Gran Esperanza de la Izquierda Verdadera. Se llamaba Podemos, su intención era dar la vuelta a la tortilla y la gracia de su Amado Líder, Pablo Iglesias.
Este huracán no pasó desapercibido en ‘Puntadas’. El mapa político del blog sufrió una transformación colosal, y la mayoría de los izquierdistas de pro -anarquistas y comunistas- abrazaron la nueva fe con ahínco (incluso con avaricia, me atrevería a afirmar). La izquierda verdadera tenía ahora su razón de ser en su apoyo a Podemos, y ese fue el sendero elegido para la gloria. Comunistas, anarquistas y algunos pesoístas muy pronto se hicieron podemitas. Hubo casos clamorosos, como el de un comentarista muy respetado, croniamental, un anarcocomunista que estaba plenamente convencido del triunfo de Podemos por mayoría absoluta en las elecciones, mostrando una confianza fanática. También el primer comentarista del blog, Arlekín, un anarquista radical, defendía a la nueva formación con fruición y pasmo. Hasta un totalitario estalinista, Constantín, se subió al carro podemita. Se hablaba de un ‘nuevo paradigma’, de acabar con el ‘régimen del 78’, de mandar al estercolero al PSOE, formación que inevitablemente iba a acabar pasokizada ante el vigoroso avance de los nuevos cruzados revolucionarios.
La presión en el blog podemizado llegó a ser tan intensa y avasalladora que pronto la crispación comenzó a deglutirse en el ambiente. El podemismo lanzaba un ultimátum a los izquierdistas de todo pelaje que aún no se habían convertido: o estás conmigo o contra mí. No abrazar la nueva fe significaba ser un traidor a la izquierda, dejar pasar una oportunidad histórica, quizá la última, de tumbar el sistema y acabar de una vez por todas con el franquismo latente y sintiente.
Solo unos pocos nos atrevimos a dejar bien claro que esa aventura asaltadora de los cielos podemita no era más que un bluf, un engañabobos, un PSOE 2.0. Recuerdo que Iglesias lanzaba duras críticas a Apple acusando al emporio de no pagar impuestos en la España, al tiempo que él disfrutaba de un iPhone último modelo. Yo me preguntaba entonces: si tanto presume de patriota, ¿por qué no utiliza un móvil BQ? BQ era una marca de capital español que al principio compraba y etiquetaba teléfonos chinos pero que también llegó a diseñar algunos modelos propios (luego fabricados en China, evidentemente). Ya intuí en aquel momento que su forma de actuar no era una buena señal, porque me fío más, como es lógico y natural, del comportamiento en la vida cotidiana que de los grandes discursos y proclamas.
Los podemitas acabaron convirtiéndose en un grupo de presión, un auténtico lobby que intentaba por todos los medios marcar las pautas del blog para que dirigiera su paso triunfal hacia un utópico mundo nuevo. Los que no comulgábamos con sus preceptos nos veíamos señalados por el dedo acusador de la Verdad Revolucionaria. El espacio virtual se podemizó de tal manera que hasta el Arturo González (a quienes algunos llamaban ‘Maestro’ sin jocosidad alguna) llego a pedir que los más recalcitrantes podemitas abandonaran el blog y lo dejaran tranquilo.
Como suele suceder en estos casos, un día los acontecimientos se precipitaron. El señor González, quien en un principio mostró una tímida simpatía hacia Podemos, se dio cuenta de que la tarta tenía un tamaño determinado, y lo que Podemos se zampaba necesariamente se lo quitaba al PSOE. Cuando más subía Podemos en las encuestas, más nervioso se ponía el pesoísta enmascarado. Hasta que ese malestar quedó reflejado de un modo diáfano en una de sus entradas; entonces, desde la Dirección del periódico, le dieron un toque. Se quejó, dijo que se iba y bla, bla, bla, pero al final llegó a un acuerdo para poder justificar su permanencia. Pero poco después, y ya creyéndose invulnerable, escribió otra entrada despotricando sin piedad contra Iglesias. Sería la última: un becario cualquiera modificó sin su consentimiento el título de su artículo por otro menos ofensivo para el Amado Líder podemita, y entonces el Arturo, al no encontrar apoyo en la Superioridad Pública, reventó como solo sabe reventar una bombona de butano: a lo bestia.
Consideró el hecho de que le modificaran el título de su escrito como una afrenta personal, un insulto, un menosprecio, una charanga. Esta vez, sí, abandonó por la puerta de atrás la casa donde había vivido en alegre compañía y que, por un error de interpretación, pensó que era suya. Un periodista de tercera categoría clamó al Cielo y el Cielo no le oyó. Se despidió con la tristeza de un letraherido ultrajado, pero también con rabia contenida y la sensación del deber incumplido.
El blog continuó a la deriva un tiempo: se alcanzaron miles de comentarios, quizá millones, pero cada vez entraba menos gente a escupir su opinión: el capitán había abandonado el barco, que se estaba hundiendo, y los músicos empezaban a desafinar, sabedores de que ya nadie apreciaba la calidad de su interpretación y era del todo inútil esforzarse.
Entonces emergió de improviso el Héroe, un anarquista -eso decía él- podemizado que siempre iba de buen rollo. Se llamaba okupado y se dedicaba, entre otros menesteres, al mundo de la informática: chips, procesadores, sistemas operativos, placas base, romulanos, buses IDE y SATA…, aunque su sueño de dicha era convertirse en pastor de ovejas. Intuyendo el inminente hundimiento del barco, ofreció desinteresadamente sus amplios conocimientos para crear un nuevo blog donde pudieran acomodarse los náufragos. La idea fue acogida por todos con entusiasmo y regocijo, seguramente porque la desesperación ayuda mucho a valorar cualquier propuesta, por descabellada que parezca.
Poco después, okupado -a quien a partir de entonces sus fieles comenzaron a llamar ‘el dios okupado’ y que no tardaría en convertirse en el gurú de la secta podemita-, inauguró el blog: eso fue un 10 de marzo de 2016, festividad de algún santo.
El recién creado blog inició entonces un largo y tortuoso camino por los andurriales del ciberespacio hasta llegar finalmente a un destino que, por esos azares de la vida, coincide con el de ‘The Crimson Permanent Assurance’, la aseguradora que también decidió emprender su propio camino en solitario, tal y como lo cuenta el cortometraje que abre la película de los Monty Python ‘El sentido de la vida’.