Tom, el granjero más alto de la comarca, se acercó al establo pa comprobar si la Valentina había conseguido al fin expulsar la ingente cantidad de vida que albergaba en su vientre… comprobó horrorizado como siete bestias pardas estaban devorando a su yegua más querida, al haber nacido hambrientas y alérgicas a la lactosa (por parte de la agüela Margareth), no tuvieron ningún reparo en zamparse a la madre muerta... furioso, agarró su escopeta y se voló la cabeza.
El famoso circo Preston & Son que llevaba ya dos años recorriendo el país, llegó con las primeras luces del día al pueblo, estaba compuesta la estrafalaria caravana por varios carromatos cubiertos y tres descubiertos hechos de gruesos barrotes en los cuales viajaban las fieras, dos famélicos leones del Atlas, un viejo tigre triste y desdentado y una pareja de hienas incapaces de dejar de reírse ni un minuto. El panorama era dantesco, no quedaba piedra sobre piedra, los cadáveres esparcidos por la calle aún humeaban cuando con gran parsimonia la caravana avanzaba en silencio sepulcral junto a ellos.
Al escuchar el disparo, los nueve hijos de Tom, dejaron de afeitarse (les gustaba hacerlo en común) y salieron corriendo hacia el establo… los sesos de su padre estaban esparcidos por todo el recinto y fueron incapaces de explicarse las circunstancias que acabaron desembocando en tan trágico final.
El Comandante en jefe de III bandera del ejército del aire informó a sus superiores que la misión estaba cumplida.
El dueño del circo, el Señor Preston III, decidió que aquello era una especie de regalo del cielo… era un pueblo como tantos otros y sus fieras llevaban varios días sin comer… aquel engendro que les echó el día anterior, apenas les había servido de aperitivo. Al ser hombre religioso, le daba como cosa lanzar a los cadáveres aún humeantes dentro de las jaulas, por lo que ordenó que soltasen a las fieras y que estas, a su libre albedrío y vigiladas de cerca, diesen güena cuenta de lo que les apeteciese.
Las noticias tardaron dos días en llegar a la Capital, pero el impacto fue enorme… las gentes horrorizadas devoraban los periódicos de la mañana… “GRANJERO SE VUELA LA CABEZA AL VER A SU YEGUA PREFERIDA DEVORADA POR SUS POTRILLAS”… “LAS FUERZAS ENEMIGAS ATACAN Y DESTRUYEN TRABENHOLF”…. “TRAS CONSEGUIR ESCAPAR DE SUS JAULAS, VARIAS FIERAS SALVAJES DEVORAN A DIRECTOR DE CIRCO, DOMADORES, TRAPECISTAS Y PAYASOS”… Sin duda alguna, lo que más interés despertó entre la población fue lo de la Yegua y su extraña descendencia, mientras comentaban el caso de las fieras hambrientas y antes de que empezasen a ser conscientes de la otra noticia, las primeras bombas empezaron a caer sus cabezas… estaban en guerra.
Revoltoso, aprovechando el haber nacido con un pellejo mu clarito, decidió confundirse entre el rebaño de borregos del cercado exterior… a pesar de su intolerancia a la lactosa, consideró que era mucho más prudente el pasar desapercibido entre aquellos estúpidos animales a que le relacionasen con sus carnívoras hermanas, decisión que sin duda le salvó la vida. Al día siguiente de dar sepultura al cuerpo descabezado del Granjero Tom, sus huérfanos recién afeitados decidieron que lo mejor era acabar con Margareth, Konnrad, Bucéfalo y Jaimita… y con las siete potrancas que ya empezaban a mirar con los ojos golosos a los cerdos… todo lo acontecido se debía sin duda a la aberración que supuso haberse dejado aparear a nutrias con burros y después con caballos…. El contravenir las leyes de dios y las de la propia naturaleza a nuestro antojo, no puede traernos sino desgracias y maldiciones, estas fueron las últimas y sentidas palabras de Wilkinson, el mayor de los hijos del granjero Tom justo antes de que un meteorito impactase contra la granja acabando con toda señal de vida a cinco kilómetros a la redonda… incluido Revoltoso.