Lo reconozco: me chifla lo publi. De verdad lo digo. La raíz semántica quiero decir, que da lugar a las acepciones público y publicidad y a todo un apasionante universo de cuestiones que se derivan de estos términos.
Primera cuestión, la definición: Publicidad, cualidad o estado de público. La publicidad, ¿de qué? Recurriendo a lo intuitivo, pues de los medios publicitarios. Esas insufribles minipelículas para persuadir al consumidor de hacer lo que la palabra sugiere: consumir.
Los famosos anuncios, o como otra graciosa expresión los denomina, los "consejos comerciales", que ¿quién lo duda?, son todos públicos, y por más que sabemos no encarnan la idea de publicidad en exclusiva -como la cultura popular engañosamente se ha encargado de instaurar en el lenguaje coloquial-, la etiqueta se ajusta a lo que el canal y su mensaje representa: una difusión abierta, un acceso ilimitado, y un destinatario universal y desconocido.
¿Y qué otras cosas hay dentro de la Publicidad, además de los anuncios comerciales? Las leyes, por ejemplo. Todos hemos escuchado alguna vez aquello de "el desconocimiento no exime de su cumplimiento" ¿Por qué? Precisamente por la publicidad de la norma. Y esta es una gran cosa que me parece no está lo bien ponderada que debería. Que un texto esté al alcance del conocimiento de todos, no es que obligue exactamente a que te lo leas, pero sí a no utilizar la excusa de haber elegido no hacerlo para librarte de las consecuencias de lo que allí se establece. La publicidad legal es el primer peldaño para una justicia justa, luego vienen otros, claro, pero sin este primero el edificio se derrumba, y nunca hay que dar por sentado el cimiento publicitario.
El meollo de lo que distingue publicidad de particularidad: Una actitud, una acción particular, no obliga. Ni incumbe ni apela a la intervención de terceros, salvo que su generador así lo reclame de manera expresa y el tercero acepte entrar en ese acotado espacio que tiene un exclusivo dueño. La idea de "servicio privado" suena mal, la verdad, pero en fin, también suena mal el tradicional "mujer pública"... cuando en realidad si existe un servicio privado por antonomasia, es el de la prostitución, y continúa siéndolo aunque se proporcionen miles de servicios privados, a miles de clientes. Extraña paradoja. O adrede confusión. El lenguaje coloquial, de nuevo, jugándonos una mala pasada.
El espacio público, la vía pública, la opinión pública, la vocación pública. Tantas cosas que sabemos son públicas, y quizá no llegamos a visualizar bien del todo qué implica que lo sean. Y el público que asiste a todo ello, que se congrega en la vía, que aplaude o abuchea el espectáculo -comercial o no-, vierte su opinión en un "puchero" del que sale configurado convenciones generales y consensos mayoritarios. Muchos discutibles, siempre criticables, a veces horrendos, pero imprescindibles en una sociedad que se considere a sí misma formada e informada.
Y llegamos al servidor público. Vaya por delante que "servidor" es una fea palabra tomada sin matices. Y hay que matizar muy bien y con cuidado que prestar un servicio, no equivale a convertirse en siervo de quien sirves. Que entre ambas nociones existe la misma distancia sideral que entre la servidumbre y la profesionalidad; que la persona con vocación de servicio público no posee la generosa disposición al sacrificio de la Madre Teresa de Calcuta, ni los poderes sobrenaturales de Superman. El trabajo desarrollado en un servicio público se define, antes que nada y por encima de todo lo demás, por su publicidad. Sí, igual que los cargantes comerciales de la TV y las farragosas leyes cuyo desconocimiento no exime de cumplirlas. Y a partir de ahí, es una persona desarrollando una función. Nada más, y nada menos.
Si nos paramos un instante a pensarlo, lo público llena una gran porción de nuestras vidas sin que este aspecto, por muchas facetas que abarque, suponga encoger el espacio particular de cada cual. En definitiva, opino que la dimensión pública de la sociedad hay que tenerle un gran respeto, reverencial incluso, en la misma medida que se lo concedemos a la privada; que no por trasvasar información de un ámbito reservado donde solo unos pocos acceden y conocen, a otro abierto donde cualquiera puede hacerlo, significa que aquella pierda algo de su valor. Es mi pública y publicitada opinión. Jo-jo.