sábado, 22 de octubre de 2022

PUEBLO, GENTE

“Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” (lema del despotismo ilustrado).
“La historia es nuestra y la hacen los pueblos” (Salvador Allende).

La idea de esta entrada me la dieron las largas colas de gente esperando para despedirse de la fallecida reina Isabel II. Gente con muchos pakistaníes, indios, jamaicanos y africanos (además de ingleses blanquitos con aspecto de lechuga frígida). Gente tan bien integrada o asimilada que rendía honores a la reina del imperio que les colonizó. Gente que quizás había perdido su conciencia de clase y pueblo oprimido (no sé si también sus raíces culturales). Gente de origen no europeo, pero que apoyaba a una reina europea, blanca, anglosajona y caucásica. Gente multicultural en un país occidental, clasista, monárquico y colonizador. ¿Gente equivocada porque debería ser republicana, revolucionaria y reivindicativa?

También Pedro Sánchez me inspiró esta entrada cuando dijo que “El PSOE es el gobierno de la gente”. Bajo este lema, el presidente hablaba de bajar a la calle, mezclarse con la gente, darse baños de multitud y explicar al pueblo sus logros políticos. Y yo me pregunto que si el gobierno del PSOE es el de la gente, ¿cómo sería otro gobierno distinto? ¿el gobierno de la “no gente” y “no pueblo”? ¿de seres vivos no humanos, vegetales, humanoides, marcianos y extraterrestres? ¿de la derechona casposa, de poderes ocultos financieros y poderes políticos que manipulan a ese pueblo porque es votonto y masoca? (un pueblo votonto y unos poderes listos, sin duda).

Dejándonos de zarandajas académicas de si pueblo es una comunidad con identidad compartida, historia común, lazos culturales, lengua y demás tecnicismos academicistas, los conceptos pueblo y gente son confusos, profusos y difusos. Además de polisémicos y variables, porque cada uno los adapta a su ideología y creencias. Por eso hablamos de pueblo cuando hace una revolución que nos gusta como la rusa, china o cubana. O cuando vota a Boric y a Maduro. Pero ese mismo pueblo se convierte en “gente” cuando vota mal y se equivoca. Por ejemplo, cuando vota a los fachuzos del PP y VOX (maldita Ayuso, ¿por qué la votan?). O cuando vota a Salvini, Giorgia Meloni, Le Pen, Zemmour, Orban y ultras suecos (con lo socialdemócratas que eran, mecachis).

Con tanta confusión terminológica, ya no sabe uno qué forma el pueblo, si lo que determinan las urnas (maldita democracia representativa, mejor la directa o asamblearia) o lo que deciden los más activos, concienciados y organizados (porque la gente se equivoca y hay votontos y borregos, sin duda). O si podemos llamar pueblo a lo que determinó la revolución islámica de los Ayatollahs iraníes (se ve que la gente del Islam aún no es pueblo, como en Occidente). O lo que deciden Xi Jingping y el PCCh, que esos sí que tienen claro qué es el pueblo chino. O lo que determinan los profetas ecologistas del cambio climático, apocalipsis ambiental y agenda 2030, porque saben muy bien lo que necesita la gente (y el planeta).

La palabra pueblo está desgastada y banalizada de tanto usarla como comodín. Por no decir instrumentalizada por políticos de todas las ideologías, que se atribuyen la representación de ese pueblo. Por eso Lenin hablaba de “pueblo ruso”, Hitler de “pueblo alemán”, Fidel Castro de “pueblo cubano”, Franco de “pueblo español”, Sabino Arana de pueblo vasco” y Prat de la Riba y Cambó de pueblo catalán”. Por cierto, Hitler dijo que estaba casado con el pueblo alemán y que le hablaba como si fuera su amante. Por eso no se casó (bueno, cinco minutos antes de suicidarse). Y a Stalin le llamaban “el padre del pueblo ruso”. Así que no sé quién define qué es pueblo, si los comunistas, los fascistas, los anarquistas, los liberales, los conservadores, los nacionalistas, la burguesía ilustrada, la clase dominante o las clases dominadas. O simplemente las urnas, ¡qué vulgaridad!

Ay, las urnas. ¿Y si las urnas indican que el pueblo se equivoca? Pues no pasa nada, porque uno de los principios de la Democracia está basado en la frase “El Pueblo siempre tiene razón”. Aunque no la tenga. El que no esté de acuerdo con esta máxima, estaría diciendo que hay alguien por encima del pueblo, que debe guiarlo y subsanar sus errores. Para eso está el despotismo ilustrado de los ilustrados. ¿O acaso no hay un cierto despotismo ilustrado paternalista cuando los intelectuales riñen al pueblo por sus errores? Eso hace Gramsci cuando dice que “odia a los indiferentes”, lo cual indica que en ese pueblo hay gente indiferente, insolente, indolente y poco concienciada. O los comunistas, cuando hablan de elementos burgueses, revisionistas, contrarrevolucionarios y enemigos de clase. O los fascistas, cuando hablan de rojos, enemigos de la patria, elementos antisociales, peligrosos bolcheviques, masones y ateazos (totalitarismo fascista). Y ante esta disparidad de criterio para definir qué es pueblo, dan ganas de hacer caso a Kant cuando hablaba de un gobierno mundial y así lograr la paz perpetua: un pueblo planetario viviendo en paz, una comunidad ética global, ¡qué bonito! Por no hablar de un pueblo mundial de obreros, sin clases sociales y viviendo felices en un internacionalismo marxista.

Solemos pensar que el pueblo está formado por gente que piensa como nosotros, porque los que no piensan igual son gente equivocada, manipulada, abducida o votonta (gentuza, chusma y masa peluda, obviamente). De ahí la creencia de que “Pueblo es gente organizada y Gente es pueblo desorganizado”. Lo cual que, si un puñado de gente se organiza y la lía parda, automáticamente adopta el estatus de Pueblo. Y si es tomando la calle, quemando contenedores, destrozando mobiliario urbano e interrumpiendo el tráfico, mejor, porque si las instituciones no responden a las demandas del pueblo, éste debe tomar el poder y hacer una revolución popular. Al fin y al cabo, ése es el lenguaje que entiende el poder, el de la fuerza, y ya sabemos que las instituciones, por muy democráticas que parezcan, representan a las clases dominantes, no a las clases populares, ¿no?

También se suele pensar que el pueblo actúa por parámetros políticos impredecibles, pero algunos autores creen que estos conceptos políticos modernos serían conceptos teológicos secularizados, una traslación a la sociedad moderna de ideas religiosas. Así, la libertad humana sería el libre albedrió que Dios nos da; la mano invisible del mercado sería la secularización de la providencia; el progreso sería la secularización del camino del hombre hasta la parusía y juicio final; y la Igualdad de los hombres sería la secularización de la igualdad de los hombres ante Dios. Si trasladamos la idea del pecado original (la humanidad es culpable por el hecho de ser descendiente de Adán y Eva y debe arrepentirse), Europa y Occidente serían culpables y deben arrepentirse del pecado original de ser capitalistas, colonizadores y supremacistas. O sea, hombres blancos, europeos, occidentales, heteropatriarcales y cristianos. Y los no culpables e inocentes serían las mujeres y personas de otras razas, religiones y culturas. En el caso de España, los culpables serían la derecha facha y los inocentes la izquierda, que decide quien es culpable y debe arrepentirse y quien no. Los culpables serían los constitucionalistas (españolazos) y los inocentes, los nacionalistas. Por eso algunos foreros de izquierda y nacionalistas dicen a los liberales y constitucionalistas en tono mesiánico y salvífico, que deben arrepentirse de ese pecado original de ser derechones o constitucionalistas y qué deben hacer para lavar su pecado original de ser "facha o españolazo". En realidad, hagan lo que hagan, nunca podrán limpiar su pecado original ideológico. Por tanto, el pueblo español estaría formado por culpables de pecado original (conservadores, liberales y constitucionalistas) e inocentes (izquierda, progresistas y nacionalistas).

Byung-Chul Han dice que el poder ya no necesita ser duro con el pueblo ni ejercer fuerza sobre él, porque le seduce y ejerce control sobre él mediante persuasión. Es la “Macdonalización”, con lo que ese pueblo dominado no es consciente de serlo y acaba domesticado mediante mecanismos de “educación del espíritu” (Psicopolítica). Así, el pueblo se somete por sí mismo al sistema de poder y dominación, porque ese poder es seductor e inteligente. Sería el "poder líquido" (Zygmunt Bauman) y el "poder de la sociedad del espectáculo" (Guy Debord), porque el poder en sí mismo es puro espectáculo y representación. Quizás ese espectáculo y representación estén presentes en la actual religión u opio del consumismo, internet, pantallas, móviles y realidad virtual.

Entonces, ¿qué es y quienes forman el pueblo? Pues ni pajolera idea. Creo que más que pueblo, lo que hay son personas diferentes, cada una de su padre y de su madre. Y esta idea de considerar al pueblo no como un todo homogéneo, sino como un conjunto complejo y diverso sería revolucionaria. Yo, como buen “saltamontes socio-liberal” (o sucio-liberal) con poco espíritu gregario, creo que “solo soy una persona”, como cantaba el grupo Mecano. Porque solo somos personas, lo cual es una vulgaridad, además de obvio. Como también era obvia la canción de Vino Tinto, “habla pueblo, habla”. Ya el nombre del grupo indica que estaban bebidos, porque dicen que “no dejes que nadie decida por ti”. Al final, quiero creer que “la gente tiene el poder”, como decía Patti Smith. O que somos, simplemente, ciudadanos, y por tanto sujetos con derechos políticos y sometidos a leyes. Pero ésa es otra historia, porque, ¿qué es mejor? ¿ser pueblo, gente o ciudadanos?

Un Tipo Razonable